miércoles, 23 de enero de 2013

Lo que fue y no fue y no ha sido.


Quédate frente a mí,
voy a fotografiarte, 
quiero llevarme el recuerdo,
tengo miedo de olvidarte.
De que mi estúpida mente
no sepa cómo buscarte
y se desvanezca tu risa
y tu lunar ya no encuentre
y que esta forma en que miras
ya no logre estremecerme.

Déjame fotografiarte,
no quiero, mi amor, perderte.



Salió del mar, con el vestido mojado
y el calor de la mañana, disimulado,
goteaba hacia el suicidio
por sus pies, desnudos, agitados.

Los zapatos presumidos se escondían,
por sentir vergüenza ajena,
bajo las arrugadas huellas
que por sus manos surgían.

La noche era de ella, de ella y de su Luna
pero recién conocida, una mirada de cuna
volvió a su reciente camino
que hacia el descanso buscó.

Y rieron en tantos idiomas,
que volver a recordarlos no pudo
y se besaron sin pensarlo,
sin pedir permiso alguno,
satisfaciendo el ruego que sus pupilas
crearon, en aquel, su nuevo mundo.

Se abrazaron cuando el Sol les recordaba
que pronto se mirarían por millonésima vez
y por tantas otras veces que volvieran a querer
mirarse, y verse, y hablarse...
aun sin permiso obtener.

Y la siguiente mañana
pensó que todo fue sueño
y jamás confío en lo prometido,
porque había aprendido
bajo frustraciones de sueños inventados
con las palabras, que el amor,
no llegaría sin permiso.

Pero llegó, y volvió de su realidad inventada
y vio que había vuelto
mas no encontró a nadie
esperando su llegada sin permiso.
Le había dejado un suspiro de las vivencias soñadas
y supo que fue realidad, ¡por qué no lo supo antes!

El año siguiente transcurrió entre falsa realidad
y sueños realizables , viajando bajo su mirada
impertinente, enamorada.
y para hacerlo, no le pidió permiso a nadie
más que a sus ojos, que seguían intactos
en el marco gris de su nublada certeza.

Pero cada día fue menos intensa aquella certeza,
y más real la falsa tragicomedia, los estudios, otros besos,
caricias bajo permiso, nostalgias aparentadas.
fue menos real la certeza de que estuvo equivocada,
y más viejo el regalo para que le recordara.

Fue que confundió entre sombras
los sueños con las pisadas
y pensó que no existía, como aquella otra mañana,
porque ya solo decía cosas que no demostraba…

Y empezó a amar menos
a esas manos que le hablaban,
y empezó a pedir permiso,
una obra interpretada.

Pero siempre tuvo claro, que esos ojos que la miraban
sin permiso, hacía un año
le dijeron que la amaban.
Lo que fue y no fue y no ha sido.
Y vivía, y recordaba…
y luego temía, y soñaba...
Hasta que llegó el olvido.

O al menos, lo aparentaba.

2 comentarios:

  1. Me gustan esos ojos intactos en el marco gris de la certeza. Y bien rematado el poema
    Abrazos, casi tocaya.

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  2. Bienvenido, Amando.
    Muchas gracias por tus palabras,
    un abrazo.

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