lunes, 21 de enero de 2013

La vie en blanc




Fue la ciudad del amor
en una escapada invernal
cuando quiso demostrar
el porqué de su renombre.

Se vistió toda de blanco
empapada del reflejo
de cúpulas y esculturas
que la miraban de lejos.

El Sena muy dulcemente,
sin perder ningún detalle
atónito la observaba,
llorando de tanto amarla.

Los negros cuervos cesaban
sus graznidos al posarse
y esta los arropaba
con sus dorados encajes.

Por sus oídos corrían
pianos y otros cantantes
y sus dos piernas crecían
en forma de Notre Dame.

El cabello encanecido,
siendo de bellos ramajes,
caía entre los caminos
debajo de su ropaje.

Se vistió toda de blanco,
quería justificarse,
un rostro así de perfecto
no necesita ropaje,
pero gracias, París linda,
fue todo un placer amarte.

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