de un tornado ensangrentado,
laxado de roce y vino,
¡pobres ojitos castaños!
Oscureció con sus latidos
la que promovió su rastro
y se restauró en lívido,
¡pobres ojitos castaños!
Calló para siempre el llanto
de los besos lamentados
por los galanes añejos,
¡pobres ojitos castaños!
La amé en tantos silencios,
la quise de lejos tanto,
¡cuántos fueron los suspiros
por esos ojitos castaños!
Creí ver su sonrisa,
sus labios algo arrugados,
su piel susurró lo siento...
¡dulces ojitos cerrados!
Esos ojitos de ritmo asonantado, esos ojitos... Un abrazo.
ResponderEliminarEsos ojitos castaños.
ResponderEliminarTe mando un beso, Amando.